LA BIBLIA Y LA HISTORIA
y NUEVAS EVIDENCIAS DE LA HISTORICIDAD DE LA BIBLIA gracias a la Cronología Revisada de la Historia Antigua

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¿Por qué una CRONOLOGÍA REVISADA coherente
de la Historia Antigua?

“La cronología es la columna vertebral de la historia. Sin una cronología exacta, no puede haber una historia exacta”. Edwin Thiele (The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings pg.33)

“La intención, aparentemente osada, de revisar la cronología estándar de la historia antigua [lo motiva] la evidencia de que algunos planteamientos de la historia antigua adolecen de un exceso de credibilidad”. Moral Pérez G. (Cronología Revisada de la Historia Antigua pg.3)

“Investigaciones recientes.. han revelado una serie de anomalías cronológicas que arrojan serias dudas al esquema convencional histórico”. John J. Bimson (JACF Journal of the Ancient Chronology Forum, vol.6 pg.19)

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CARTAS DE AMARNA: ¡REFERENCIAS A SAÚL, DAVID Y SU ENTORNO!

¡Primicia: Identificación revisada coherente del rey David y sus generales en EA 256!

EA 256: “Mensaje de Mut-Bahlu, tu servidor... Juro, tal como mi señor el rey vive, que Ayab no está en Pela [...] Pregunte a Benilima, pregunte a Tadua, pregunte a Yishuya.”

(*) Mut-Bahlu: “Mutbaal significa 'Hombre de Baal' y se identifica con el nombre bíblico Isbaal con el mismo significado. Isbaal (también llamado Isbóset) es el hijo sobreviviente del rey Saúl que gobierna desde Transjordania algún tiempo después de la muerte de su padre en el Monte Gilboa.” (JACF Journal of the Ancient Chronology Forum, vol.6 pg.51)

(*) Ayab: “El nombre Ayab de EA 256 (A-ya-ab) debe ser entendido como Ya-ab con el prefijo aleph, y el nombre se debe leer 'Yah[weh] es el Padre', una coincidencia exacta para el nombre de Joab [el general de David].” (JACF vol.6 pg.52)

(*) Benilima: “En base al contexto de las demás figuras de EA 256 y los rasgos distintivos del personaje bíblico Benaya, todo apunta a que 'Benilima' ('hijo de los dioses') sería un título apropiado para este hombre que hizo hazañas extraordinarias dignas de los dioses, uno de los hombres poderosos más distinguidos y guardia de corps del rey David.” Moral Pérez G. (Cronología Revisada de la Historia Antigua) / “Puede ser que el Benenima de la carta de Amarna EA 256 sea de hecho el Benaia bíblico, y no Baana, como proponía Rohl. Baana es un fugaz personaje.” Charles N.Pope (Domain of Man)

(*) Tadua: “[En su obra Amarna Personal Names] Richard S. Hess interpreta 'Tadua' con un nombre hurrita con el idéntico significado en hebreo para Dud/Dawd ('el amado').. Podemos argumentar que el nombre 'Dadua' fue la variante hebrea de 'Tadua' empleada por el autor de los libros de Samuel” Peter van der Veen (JACF vol.8 pg.38) / “El nombre David se transcribe como Dad por ejemplo en la Septuaginta (códice Alejandrino) en I Reyes 2:33. El nombre original era, por tanto, Dud/Dad con el significado 'el amado (o favorito)'.”. (JACF vol.6 pg.52)

(*) Yishuya: “Como se explica en JACF vol.6 pg.53, es cierto que el nombre 'Yish-uya' concuerda con el hebreo 'Yish-ay' (Jesé: 'Yah Existe'), pero no encaja bien con Jesé el padre de David porque ya era de edad avanzada. Más bien, se identificaría con otro 'Jesé': el poderoso Abisai ('Padre Yah Existe') -sobrino de David y hermano de Joab-, pues todo indica que Jesé es una forma abreviada de Abisai. Esos dos nombres aparecen escritos en la Septuaginta de forma muy similar: 'Iessai'(Jesé) y 'Abessai'(Abisai). En consecuencia, todos los personajes mencionados en EA 256 tendrían una estrecha relación histórica: por un lado Isbóset hijo de Saúl, y por otro el rey David, su general Joab, y dos de sus más cercanos y mejores hombres, Abisai y Benaya.” Moral Pérez G. (Cronología Revisada de la Historia Antigua)

EL ÉXODO ISRAELITA DE EGIPTO

Patrones de Evidencia del éxodo: del mito a la relidad

“La razón de por qué las épicas historias del Antiguo Testamento no han tenido prácticamente evidencia arqueológica (Jacob, José, los israelitas en Egipto..), sencillamente se debe a que, aunque los arqueólogos e historiadores han estado buscando en los lugares correctos de las historias bíblicas, lo han hecho en el periodo equivocado. Ahora está claro que el éxodo nunca ocurrió en el reinado de Ramsés el Grande, como han insistido la mayoría de los estudiosos y las películas de Hollywood, sino en un periodo mucho más temprano: la Media Edad de Bronce.”

David Rohl - Exodus, Myth or History (2015)

¿ES SHOSHENK (o SESONQ) EL SISAQ BÍBLICO?

Identificación clave en la cronología revisada

“Aún persisten muchas incertidumbres en el TIP [Tercer Periodo Intermedio], tal como han mantenido con razón críticos como David Rohl; incluso nuestra premisa básica de 925 [a.C.] para la campaña de Shoshenk contra Jerusalén no se construye sobre bases sólidas”. Erik Hornung - Ancient Egyptian Chronology (Handbook of Oriental Studies I, 2006, pg. 13)

“La identificación del Sisaq bíblico con Shoshenk I de la dinastía 22.. ha sido uno de los principales factores en la determinación de la cronología tardía de Egipto. Este informe cuestiona la validez de tal identificación y propone que ya no debería ser obstáculo a una revisión radical de la cronología del TIP”. John J. Bimson - Shoshenk and Shishak, A Case of Mistaken Identity? (JACF vol.6 pg. 19)

¿DÓNDE RADICA EL DESFASE CRONOLÓGICO?

Esta cuestión se aborda en la obra de Moral Pérez G. "Cronología Revisada de la Historia Antigua"

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PRÓLOGO de "Cronología Revisada de la Historia Antigua", Moral Pérez G.

Es innegable que la historia antigua es una ciencia difícil de precisar en la corriente del tiempo, dada la complejidad de su estudio a medida que nos adentramos siglos atrás. El escritor C.W. Ceram hizo la siguiente observación aun hoy vigente: “El joven que por primera vez se sumerge y entusiasma en el estudio de la historia antigua, se siente sobrecogido ante la seguridad con que los historiadores modernos sitúan los acontecimientos que se desarrollaron en el mundo hace miles de años. El respeto se transforma pronto en admiración a medida que se profundiza más en el estudio, cuando uno se familiariza con las fuentes históricas y ve cuán endebles, confusas o erróneas ya eran éstas en la época en que quedaron fijadas para la historia. Y eso no es todo, sino que también esos comprobantes históricos solamente han llegado hasta nosotros en forma muy fragmentaria, medio borrados por el tiempo o aun destruidos por la mano del hombre”. C.W. Ceram. El misterio de los hititas, Ediciones Orbis, 1985, pg. 69, 70.

A pesar de ello, el afán de cualquier buen historiador que se precie, será el de seguir indagando y estar dispuesto a modificar criterios acorde con las últimas evidencias e investigación reciente, dando al registro arqueológico su debido lugar, pero al mismo tiempo, siendo precavido y tratando de resolver las lagunas existentes, incluso innovando dentro de la cronología convencional si fuese necesario. Como dijo J.A. Wilson: “El historiador aceptará su información sin cuestionarla, a menos que haya una razón clara para desconfiar; pero debe estar preparado para modificar su aceptación tan pronto como otros hallazgos arrojen nueva luz sobre la interpretación previa”. J.A. Wilson. The World History of the Jewish People, 1964, vol. 1, pg. 280, 281.

El desafío al que se enfrenta el historiador se podría comparar al reto del detective que intenta esclarecer los hechos de un crimen e identificar al homicida; deberá ser muy cuidadoso al investigar los indicios, puesto que serán la clave para un correcto dictamen, siendo especialmente minucioso con las pruebas iniciales, pues servirán de base para apuntalar otras sucesivas, permitiendo así un veredicto congruente. Mucho de este arduo trabajo, se lo debemos, sin duda, a diligentes investigadores que a lo largo del tiempo han puesto los fundamentos de la ciencia histórica y a otros que actualmente siguen contribuyendo a desentrañar el maremágnum histórico. No obstante, tal reconocimiento no conlleva el axioma de que dichos cimientos sean inamovibles, pues la gran cantidad de nuevas pruebas acumuladas en las últimas décadas y la obra erudita de muchos autores modernos, ha permitido ampliar el entendimiento de esta materia y plantear nuevas hipótesis. Incluso el estudio de la materia más renombrada en este campo, la arqueología, puede convertirse en un arma de doble filo si se confía excesivamente en las deducciones obtenidas a través de ella y rara vez se ponen en duda, ya que puede dar lugar a un punto de partida totalmente erróneo. Esto bien se pudiera ilustrar con la escena del film “En busca del arca perdida” donde Indiana Jones se da cuenta que los enemigos nazis “están excavando en lugar equivocado” al no haber interpretado bien la altura del bastón que, mediante un haz de luz solar a través de un medallón, indicaba el lugar exacto en una sala de mapas. El estudio científico ha permitido disponer de un verdadero caudal de prueba material, aunque no por ello ha aumentado la infalibilidad de su interpretación, tal como razonó Merrill F. Unger al decir: “Los eruditos tienen que extremar su cautela para no otorgar indebida autoridad a las fechas e interpretaciones de los arqueólogos. Las amplias divergencias que existen entre las autoridades competentes demuestran sin lugar a dudas que las fechas y conclusiones derivadas de los hallazgos arqueológicos suelen depender de factores subjetivos”. Merrill F. Unger. Archaeology and the Old Testament, 1964, pg. 164.

Por ello, a pesar de que esta ciencia pretenda mantener un punto de vista puramente objetivo al estudiar las pruebas que se desentierran, a veces prima en exceso la dependencia sobre la cronología convencional -que suele considerarse irrebatible- o las inclinaciones y ambiciones personales de ciertos doctos, lo que puede llevar a un razonamiento equivocado. No sorprende pues, que hayan surgido nuevas e interesantes propuestas como la del reputado egiptólogo Kim Ryholt, que reordena la lista de faraones del Segundo Período Intermedio, un ejemplo de que la alternativa revisionista, por supuesto, tiene cabida. Kim S.B. Ryholt. The Political Situation in Egypt during the Second Intermediate Period (1997).

Aunque claro, no todas las revisiones son coherentes ni se atienen a los hechos, como la teoría radical de Anatoly T. Fomenko de que la historia antigua en realidad se inicia en la Edad Media y que Jesucristo fue un emperador bizantino, o la de Ahmed Osman que identifica a Moisés con el faraón Akhenatón y a Josué con Tutankhamón, algo totalmente inverosímil. Por desgracia, como bien dice Erik Hornung en Ancient Egyptian Chronology, “siempre estaremos expuestos a tales intentos” que indudablemente “implican una considerable falta de respeto a las fuentes y hechos más elementales, por lo que no merecen discusión”. Ancient Egyptian Chronology (2006), Introducción de Erik Hornung, página 15.

Sin embargo, otras tesis sí son dignas de examinarse, como la Nueva Cronología del antiguo Cercano Oriente del egiptólogo David Rohl (A Test of Time: The Bible -from Myth to History, 1995 / The Lost Testament: From Eden to Exile - The Five-Thousand-Year History of the People of the Bible, 2002) pues, aunque no goza de aceptación en la egiptología académica, presenta un sorprendente sincronismo entre las cronologías mesopotámica, levantina, egipcia y del Antiguo Testamento. Hasta entre sus detractores se encuentran comentarios como el de Chris Bennett, que sugiere que el rechazo generado es inapropiado, siendo que “hay un mundo de diferencia” entre los “radicalismos populares” (Fomenko, Osman y otros) y el trabajo de Rohl “que tiene un dominio considerable de su material”. Chris Bennett. ”Temporal Fugues”. Journal of Ancient and Medieval Studies XIII (1996).

Aun así, puede que algunos se pregunten qué justifica la intención, aparentemente osada, de revisar la cronología estándar de la historia antigua si ésta es ampliamente aceptada y se ha enseñado por décadas. El motivo radica justamente en eso: la evidencia de que algunos planteamientos de la historia antigua adolecen de un exceso de credibilidad. No está de más recordar que a veces se tiende a dar por sentado como veraz lo pródigamente asumido, aunque una y otra vez se haya demostrado que la opinión generalizada sobre un asunto no es una regla confiable para medir la verdad ni es necesariamente acertada. Por ende, lo postulado aquí, si bien no pretende desacreditar el arduo trabajo de eruditos en la materia, ni poner en tela de juicio toda la ciencia histórica, sí hace una llamada de atención a que ciertos períodos concretos necesitan una revisión debido a una razón de capital importancia: todos los indicios apuntan a que tales períodos “¡se han situado en lugar equivocado!”. La longitud del “bastón” o vara de medir de la cronología egipcia como punto de apoyo del esquema temporal -fijado en los albores de la egiptología en el siglo XIX- está claramente excedida e inflada, algo reconocido desde hace tiempo por muchos cronistas. Pero además de eso, parece que se evade una cuestión fundamental que más adelante se analizará en detalle: no sólo es necesario acortar la longitud de algunas dinastías egipcias, sino también corregir ciertas fechas pivote o fechas eje que se han establecido de forma incorrecta sobre las cuales descansa el desajuste cronológico. Ciertamente, queda todavía mucha tela que cortar, aunque algunos ultra ortodoxos se empeñen en intimidar a estos nuevos investigadores tachándolos de “charlatanes” que “intentan socavar las respetables disciplinas de la Egiptología”. Frank Yurco. Biblical Archaeology Review Julio/Agosto 1997 pg.8-10.

Pero quien sea honesto y objetivo reconocerá que el estudio de esta materia no es precisamente estático y que se disponen de cada vez más fuentes y de mejor acceso a las mismas fuera del ámbito privado, lo que ha permitido que la doctrina histórica no sea directriz exclusiva de un grupo elitista, sino que cada vez más estudiosos puedan captar nuevas evidencias y aportar sus conclusiones, obteniendo así un rico caudal de información favorable para desentrañar el puzle. Conocer bien el pasado influye en nuestra forma de ver el presente y el futuro; entender nuestros orígenes tiene grandes repercusiones en el concepto de nosotros mismos y en el de la humanidad en general, por lo que la indagación debería ser exhaustiva y evitar actitudes conformistas si es que persisten vacíos de incomprensión y edades oscuras. Es muy probable que llegado el momento en que nuestra historia goce de una considerable coherencia, el ser humano se sienta más motivado a enderezar el curso de su propio devenir. Sturt W. Manning hizo un curioso comentario en relación a lo antedicho: “Cronología y datación en la arqueología académica e historia antigua son asignaturas ávidamente practicadas por unos pocos, consideradas un mal necesario pero absolutamente aburridas para la mayoría [...] Más aún, el estudio de la cronología es desagradable, detallado y difícil, y carece de status intelectual y élan [espíritu vital]. [...] Por tanto, cuando es posible, a la institución académica le gusta encontrar algún estudio sobre la cronología que pueda ser realmente definitivo [...] Es sólo cuando algún iconoclasta, o foráneo, desafía a toda la estructura, trata de 'vencer a los cerebritos', que la atención académica en general regresa a la cronología (por ejemplo, Peter James con Centuries of Darkness 1991, o David Rohl con A Test of Time 1995)”. Sturt W. Manning. Classical Review vol. 47 no.2 (1997) pg. 438-439.

Con todo, muchos rechazan a estos “foráneos”, porque en sus tesis incluyen una integración de las fuentes bíblicas y seglares, algo que algunos, como el teólogo Thomas L. Thompson, consideran que "no sólo es dudoso sino totalmente ridículo". (Thomas L. Thompson. How myth became history. The Sunday Times, 13 October 2002.) El propio Rohl explicó su punto de vista sobre este asunto en The Lost Testament (2002): "¿Es el Antiguo Testamento historia o mito? La única manera de responder a esa pregunta es investigar los relatos bíblicos usando la evidencia arqueológica, combinado con un estudio de los textos antiguos de las civilizaciones que entran en juego en la crónica bíblica. Pero esto tiene que efectuarse con una mente abierta. En mi opinión, el texto bíblico -como cualquier otro documento antiguo- debe ser tratado como una fuente histórica potencialmente fiable hasta que se demuestre lo contrario” (The Lost Testament, pg.3) Rohl previamente dijo en A test of time (1995): "originalmente no establecí el debate sobre nuestra comprensión actual de la narración del Antiguo Testamento. Este se ha producido simplemente por la necesidad de explorar las ramificaciones de mi investigación del TIP [Tercer Período Intermedio egipcio]. No hago uso de un hacha religiosa para demoler. Soy simplemente un historiador en busca de una verdad histórica” (A Test of Time, pg.11).

Por otro lado, no es menos cierto el hecho de que algunos están tan interesados en hacer encajar en el texto bíblico personajes y lugares descubiertos por la arqueología, que incluso recurren a explicaciones rocambolescas aunque carezcan de total sentido. Encontrar el equilibrio entre mito y realidad es peliagudo, mientras que sí es fácil dejarse llevar por el sensacionalismo y no ceñirse a la realidad. Pese a esto, la Biblia es una reconocida obra de valor que merece una oportunidad de análisis imparcial, vista la confiabilidad que ha demostrado a través del tiempo en su exactitud al aportar datos histórico-geográficos. Aunque se ha cuestionado por décadas su rigor histórico, cada vez se escuchan más voces sobre lo sensato de ser cautos y no dar por sentado tales acusaciones, porque, como dice Werner Keller en su conocido libro: “Ante la abundancia enorme de resultados auténticos y seguros se me hace cada vez más patente [...] esta idea: ¡La Biblia tenía razón!”. Introducción de “Y la Biblia tenía Razón”, Werner Keller.

Por tanto, sería injusto excluir y desacreditar al que se considera el documento histórico por antonomasia, bien sea por prejuicio, interpretación errónea de ciertos pasajes o debido al mal uso que la religión ha hecho de él, de la misma manera que sería injusto desacreditar la ciencia por el uso fatídico que se ha hecho a veces del conocimiento, como por ejemplo al inventar la bomba atómica. Por consiguiente, en la presente exposición se ha tomado el texto bíblico como “potencialmente fiable” y como una guía comparativa útil -junto a la prueba material- para determinar a partir de qué “pilar” o “columna” del “edificio” de la cronología estándar de la historia antigua, ésta amerita un reajuste. Si bien es cierto que muchos de esos pilares (fechas eje de aceptación general) están bien cimentados en la ciencia histórica, todo indica que conforme nos vamos adentrando hacia atrás en el tiempo, llega un momento en que ciertas fechas eje o pivote están desubicadas y empieza a fallar “la estructura”. El objetivo de este informe es partir de periodos (a.C.) que están bien asentados y viajar hacia atrás al pasado hasta localizar el desajuste. Sin duda, el lector querrá examinar los argumentos “con mente abierta” dejando que hablen por sí mismos. No se aporta prácticamente nada nuevo, pues gran parte de la información y de las fuentes recabadas aquí, están ampliamente disponibles y son de libre acceso. Tampoco es una propuesta infalible y definitiva, pero sí una contribución, de alguna manera, a que la cronología de la historia antigua no sea una fría y mecánica disciplina, sino una ciencia que logre satisfacer nuestra sed de respuestas, un enfoque diferente que ayude a que se escuche la cada vez más extendida demanda -a tenor de las nuevas evidencias puestas sobre la mesa- de una necesaria revisión de la cronología convencional.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: ¿DÓNDE RADICA EL DESFASE CRONOLÓGICO?

CAPÍTULO 2: CONSECUENCIAS GENERALES DEL DESFASE

CAPÍTULO 3: SITUANDO EL ÉXODO Y CONQUISTA ISRAELITA EN EL PERIODO CORRECTO

CAPÍTULO 4: CARTAS DE AMARNA: ¡REFERENCIAS A SAÚL, DAVID Y SU ENTORNO!

CAPÍTULO 5: ¿ES SHESHONQ I (DIN.22) EL SISAQ BÍBLICO?

EPÍLOGO: LOS MIL AÑOS DE LA DISCORDIA

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